Espumosos, mucho más que burbujas.

Un aliado de lo más versátil en nuestra mesa.

Por Carmen Navarro.

Los vinos espumosos se han convertido en sinónimo de celebración y sofisticación, pero son mucho más que eso. Conocidos por sus finas burbujas, esta tipología de vinos tiene una complejidad y diversidad que los hace únicos en el mundo de la viticultura. Sin embargo, a pesar de estar presentes en muchas de las celebraciones, no se les presta la atención que merecen. Así que os hablaré un poco más sobre ellos. 

Naturalmente, el champagne francés es el espumoso más icónico, pero otros países también han desarrollado estilos propios, como en nuestro caso con el cava, el prosecco italiano o el sekt alemán, cada uno con características y métodos de elaboración distintivos. La clave en la elaboración de estos vinos está en el proceso de formación de las burbujas, producto de una segunda fermentación que puede realizarse generalmente de dos formas; en botella, método conocido como tradicional o champenoise, o en tanques de acero inoxidable, también conocido como método charmat. En el método tradicional, el vino base se embotella con una mezcla de azúcar y levaduras, que generan dióxido de carbono y crean la presión característica. Tras un período de crianza, se realiza el degüelle para eliminar los sedimentos, y se añade una dosis de licor de tiraje o mosto rectificado, para ajustar el dulzor final. Con el método charmat en cambio, la segunda fermentación ocurre en grandes tanques de acero inoxidable a presión, de forma más rápida y económica que en el método tradicional, y dando lugar a vinos de carácter más ligero y fresco, ideales para un consumo más inmediato.

A nivel gastronómico, los espumosos son extremadamente versátiles y pueden acompañar desde aperitivos o postres hasta platos más contundentes como un pescado o una carne blanca. Su acidez y frescura los convierten en una excelente opción para limpiar el paladar entre bocados y resaltar los sabores de una amplia variedad de platos. Os recomiendo que no caigáis en los tópicos como reservarlos para celebraciones, o que sólo se pueden tomar de aperitivo o postre. ¡Os dejo algunas sugerencias de nuestra bodega por si os animáis a darles una oportunidad!

Espumosos, mucho más que burbujas.

Un aliado de lo más versátil en nuestra mesa.

Por Carmen Navarro.

Los vinos espumosos se han convertido en sinónimo de celebración y sofisticación, pero son mucho más que eso. Conocidos por sus finas burbujas, esta tipología de vinos tiene una complejidad y diversidad que los hace únicos en el mundo de la viticultura. Sin embargo, a pesar de estar presentes en muchas de las celebraciones, no se les presta la atención que merecen. Así que os hablaré un poco más sobre ellos. 

Naturalmente, el champagne francés es el espumoso más icónico, pero otros países también han desarrollado estilos propios, como en nuestro caso con el cava, el prosecco italiano o el sekt alemán, cada uno con características y métodos de elaboración distintivos. La clave en la elaboración de estos vinos está en el proceso de formación de las burbujas, producto de una segunda fermentación que puede realizarse generalmente de dos formas; en botella, método conocido como tradicional o champenoise, o en tanques de acero inoxidable, también conocido como método charmat

En el método tradicional, el vino base se embotella con una mezcla de azúcar y levaduras, que generan dióxido de carbono y crean la presión característica. Tras un período de crianza, se realiza el degüelle para eliminar los sedimentos, y se añade una dosis de licor de tiraje o mosto rectificado, para ajustar el dulzor final. Con el método charmat en cambio, la segunda fermentación ocurre en grandes tanques de acero inoxidable a presión, de forma más rápida y económica que en el método tradicional, y dando lugar a vinos de carácter más ligero y fresco, ideales para un consumo más inmediato.

A nivel gastronómico, los espumosos son extremadamente versátiles y pueden acompañar desde aperitivos o postres hasta platos más contundentes como un pescado o una carne blanca. Su acidez y frescura los convierten en una excelente opción para limpiar el paladar entre bocados y resaltar los sabores de una amplia variedad de platos. Os recomiendo que no caigáis en los tópicos como reservarlos para celebraciones, o que sólo se pueden tomar de aperitivo o postre. ¡Os dejo algunas sugerencias de nuestra bodega por si os animáis a darles una oportunidad!

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