Pago de Carraovejas

Corrían los años 70 cuando José María Ruiz, un joven segoviano lleno de inquietudes y curiosidades, es llamado para representar a España en el Primer Concurso Mundial de Sumilleres, celebrado en Milán. La cultura vitivinícola en España no gozaba en aquellos años del prestigio y el reconocimiento popular y profesional del que se disfruta hoy en día pero José María Ruiz, junto con “Pedraza”, consigue un meritorio 5º puesto entre más de 60 países. Lo más importante, en cualquier caso, no fue el resultado del concurso. Aquella experiencia supuso el inicio de la fermentación de unas ideas que comenzaron a rondar la cabeza de este inquieto joven: su deseo de poner en marcha su propio restaurante, junto con sus propios cochinillos y su propio vino. 

En 1982 nace el Restaurante José María, en Segovia, y las ideas de aquel joven inquieto comienzan a tomar vida. José María Ruiz comienza a transformar el concepto de los vinos que se servían en los mesones castellanos.  Años más tarde, José María Ruiz Benito, gran conocedor, ya en aquel entonces, del potencial de la Ribera del Duero, tenía la gran ilusión de crear su propio vino para acompañar al cochinillo, el plato estrella de su restaurante en Segovia. Aún la Ribera del Duero era casi una gran desconocida, pero su ímpetu en los años anteriores por mejorar el trato del vino en su establecimiento de hostelería, le había llevado a profundizar en las tierras y los vinos que existían en la zona. Tenía claro que su ilusión era elaborar un vino diferente que fuera el gran aliado del cochinillo.

En 1987 José María Ruiz encabeza un grupo de segovianos amantes del vino concibiendo el proyecto de crear una bodega en una buena zona de vinos tintos. El lugar elegido fueron las laderas de Carraovejas, en Peñafiel, debido principalmente a tres motivos primordiales. El primero de ellos, por ser el gran centro histórico de los vinos de la Ribera del Duero y por ser la zona con más futuro de los vinos de España. El segundo, por su proximidad geográfica a Segovia. Y el tercero, y quizás más importante, porque las laderas de Carraovejas eran recordadas por los mayores del pueblo como el mejor maduradero de la Comarca. No pocos estudios así lo demostraban. Sin duda la situación, el terreno y el clima 

tenían mucho que ver. Ubicada a tres kilómetros de Peñafiel, en la solana de los valles del río Botijas, un apéndice del valle del Duero, del que tan sólo le separan cuatro kilómetros, la finca goza de un microclima en el que se conjugan los efectos dulcificadores del Duero, los vientos dominantes del Oeste, que favorecen la buena sanidad de la uva, y la orientación Sur de sus laderas de suaves pendientes, protegidas del dañino viento del norte, así como de las heladas primaverales y otoñales. Es aquí donde se consigue lo que necesita un buen viñedo: sol y aire. No había duda, su sitio era Carraovejas. Sólo había que añadir un componente de calidad y vanguardia que optimizara las favorables condiciones que a todos los niveles puede ofrecer esta zona. Sólo así se consiguió que fuera el primer vino de la Ribera del Duero con 25 % de Cabernet Sauvignon, en una época en la que el Tinto Fino era el rey absoluto. Así mismo fueron pioneros en la utilización de roble francés en la Ribera del Duero y en instalar riego por goteo en toda la finca, un sistema que permite aportar el agua necesaria, de una forma racional y específica, mejorando la calidad de la uva tinta destinada a crianzas y reservas.

La plantación de viñedo cuenta con tres tipos de suelos predominantes, repartidos por la finca en función de la orografía del terreno; tres variedades de uva: Tinto fino (Tempranillo), Cabernet Sauvignon y Merlot; y tres sistemas de cultivo: Doble CordonRoyat, vaso vertical y terrazas en viticultura de montaña. Estos factores definen el “terroir” y sus fantásticos vinos. 1991 alumbró la primera cosecha de Pago de Carraovejas, fruto de los apenas 70.000 kilos que dieron las 25 primeras hectáreas en producción. En los años siguientes, viña y bodega irían aumentando en sucesivas ampliaciones a través de un continuo pero también pausado y meditado crecimiento, regido siempre por el criterio de no perder ni un ápice de calidad, alcanzándose actualmente las 160 Ha.

Actualmente la bodega cuenta con más de 14.000 metros cuadrados de modernas instalaciones donde se unen tradición y vanguardia, con las más modernas tecnologías y un profundo respeto por los procesos naturales, buscando siempre la mejora continua a través de la inversión en diferentes proyectos de investigación, desarrollo e innovación.

Los vinos de Pago de Carraovejas

Pago de Carraovejas

Corrían los años 70 cuando José María Ruiz, un joven segoviano lleno de inquietudes y curiosidades, es llamado para representar a España en el Primer Concurso Mundial de Sumilleres, celebrado en Milán. La cultura vitivinícola en España no gozaba en aquellos años del prestigio y el reconocimiento popular y profesional del que se disfruta hoy en día pero José María Ruiz, junto con “Pedraza”, consigue un meritorio 5º puesto entre más de 60 países. Lo más importante, en cualquier caso, no fue el resultado del concurso. Aquella experiencia supuso el inicio de la fermentación de unas ideas que comenzaron a rondar la cabeza de este inquieto joven: su deseo de poner en marcha su propio restaurante, junto con sus propios cochinillos y su propio vino. 

En 1982 nace el Restaurante José María, en Segovia, y las ideas de aquel joven inquieto comienzan a tomar vida. José María Ruiz comienza a transformar el concepto de los vinos que se servían en los mesones castellanos.  Años más tarde, José María Ruiz Benito, gran conocedor, ya en aquel entonces, del potencial de la Ribera del Duero, tenía la gran ilusión de crear su propio vino para acompañar al cochinillo, el plato estrella de su restaurante en Segovia. Aún la Ribera del Duero era casi una gran desconocida, pero su ímpetu en los años anteriores por mejorar el trato del vino en su establecimiento de hostelería, le había llevado a profundizar en las tierras y los vinos que existían en la zona. Tenía claro que su ilusión era elaborar un vino diferente que fuera el gran aliado del cochinillo.

En 1987 José María Ruiz encabeza un grupo de segovianos amantes del vino concibiendo el proyecto de crear una bodega en una buena zona de vinos tintos. El lugar elegido fueron las laderas de Carraovejas, en Peñafiel, debido principalmente a tres motivos primordiales. El primero de ellos, por ser el gran centro histórico de los vinos de la Ribera del Duero y por ser la zona con más futuro de los vinos de España. El segundo, por su proximidad geográfica a Segovia. Y el tercero, y quizás más importante, porque las laderas de Carraovejas eran recordadas por los mayores del pueblo como el mejor maduradero de la Comarca. No pocos estudios así lo demostraban. Sin duda la situación, el terreno y el clima tenían mucho que ver. Ubicada a tres kilómetros de Peñafiel, en la solana de los valles del río Botijas, un apéndice del valle del Duero, del que tan sólo le separan cuatro kilómetros, la finca goza de un microclima en el que se conjugan los efectos dulcificadores del Duero, los vientos dominantes del Oeste, que favorecen la buena sanidad de la uva, y la orientación Sur de sus laderas de suaves pendientes, protegidas del dañino viento del norte, así como de las heladas primaverales y otoñales. Es aquí donde se consigue lo que necesita un buen viñedo: sol y aire. No había duda, su sitio era Carraovejas. Sólo había que añadir un componente de calidad y vanguardia que optimizara las favorables condiciones que a todos los niveles puede ofrecer esta zona. Sólo así se consiguió que fuera el primer vino de la Ribera del Duero con 25 % de Cabernet Sauvignon, en una época en la que el Tinto Fino era el rey absoluto. Así mismo fueron pioneros en la utilización de roble francés en la Ribera del Duero y en instalar riego por goteo en toda la finca, un sistema que permite aportar el agua necesaria, de una forma racional y específica, mejorando la calidad de la uva tinta destinada a crianzas y reservas.

La plantación de viñedo cuenta con tres tipos de suelos predominantes, repartidos por la finca en función de la orografía del terreno; tres variedades de uva: Tinto fino (Tempranillo), Cabernet Sauvignon y Merlot; y tres sistemas de cultivo: Doble CordonRoyat, vaso vertical y terrazas en viticultura de montaña. Estos factores definen el “terroir” y sus fantásticos vinos. 1991 alumbró la primera cosecha de Pago de Carraovejas, fruto de los apenas 70.000 kilos que dieron las 25 primeras hectáreas en producción. En los años siguientes, viña y bodega irían aumentando en sucesivas ampliaciones a través de un continuo pero también pausado y meditado crecimiento, regido siempre por el criterio de no perder ni un ápice de calidad, alcanzándose actualmente las 160 Ha.

Actualmente la bodega cuenta con más de 14.000 metros cuadrados de modernas instalaciones donde se unen tradición y vanguardia, con las más modernas tecnologías y un profundo respeto por los procesos naturales, buscando siempre la mejora continua a través de la inversión en diferentes proyectos de investigación, desarrollo e innovación.

Los vinos de Pago de Carraovejas

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